24 Feb 2022 Juan Pablo Colmenarejo, el profesor que nos hizo sentir importantes
A continuación, reproducimos el texto que el director del Grado en Periodismo, Ernesto Villar, ha escrito para el diario La Razón sobre Juan Pablo Colmenarejo, profesor de la Universidad Villanueva, fallecido ayer:
Unas horas antes de su fallecimiento, y aún con la esperanza de que los malos augurios no se cumplieran, un grupo de alumnos de Juan Pablo Colmenarejo volcó en un papel los tres atributos (¡solo tres, qué difícil!) que le definían como profesor. Una idea se repitió: “Cada uno de nosotros era para él único. Nos hizo sentir importantes”.
Es probable que solo un gigante de la radio como él pueda lograr, con su calma contenida, con su humanidad infinita, que un estudiante de 3º de Periodismo se sienta importante (se sienta único) cuando apenas ha asomado un pie en esta profesión tan asediada pero a la vez tan hermosa. Tan necesaria.
Además del periodista que todos conocimos, Juan Pablo era también maestro de futuros reporteros. Llegó a la Universidad Villanueva de Madrid el pasado mes de septiembre cargado de humildad, como si no fuera el grande de la radio que era. En solo seis meses se convirtió en un supercontagiador de vocaciones radiofónicas. Profesional, humano, bueno y exigente, muy exigente. Y también temido (al principio) por sus minuciosos test de actualidad con los que demostraba a los futuros periodistas que en esta profesión hay algunas puertas por las que siempre hay que pasar. Y una de ellas es la de leer periódicos, ver la televisión, escuchar la radio. “Sacaba lo mejor de nosotros mismos -escribió otro de sus alumnos-. Y nos hizo amar la radio”.
Amar la radio. Con todas sus fuerzas, sí. Porque detrás del gran locutor que fue se escondía un profesor de humildad infinita que demostró, en solo seis meses (solo seis meses…), que para él cada alumno era tan importante como la más importante de sus entrevistas en Onda Cero, en la Cadena Cope o en Onda Madrid.
Una declaración de amor a la radio
Juan Pablo deja entre sus compañeros y alumnos una huella que no se podrá borrar. Su pérdida es una desgracia para su familia, para sus amigos y para esa legión de compañeros agradecidos que intentan ahora recordarle en solo 280 caracteres.
Y es una desgracia, sobre todo, para la radio. Si hubiera podido disfrutar de la carrera académica que la vida le debía, en solo unos años se habría escuchado en cada micrófono de este país una declaración de amor a la radio inspirada en el profesor que supo hacer importante a cada uno de sus alumnos.