Carlos Fitz-James Stuart, duque de Alba, dialogó con el historiador José Miguel Hernández Barral sobre su padre, Luis Martínez de Irujo en un encuentro muy ameno y cordial celebrado en la Universidad Villanueva. Hernández Barral, que fue profesor de la Universidad Villanueva, ha escrito el libro Luis Martínez de Irujo. Duque de Alba. El peso del nombre, publicado por La Esfera de los Libros. El autor contó para ello con la ayuda de la Casa de Alba, que le abrió las puertas de su impresionante archivo para su investigación sobre el que fuera marido de Cayetana y padre de sus hijos. Luis se casó en 1947 y falleció en 1972.

«Su vida transcurrió entre el legado de su suegro Jacobo y la personalidad de su mujer. Luis parecía condenado a palidecer ante estas dos brillantes personalidades. Sin embargo, sus decisiones en distintos ámbitos resultaron clave para el futuro del ducado. Su prematura muerte provocó una conmoción profunda en Cayetana y sus hijos e hizo que su figura cayera en un injusto olvido».

En el encuentro, moderado por la profesora Marisa Sarget, el duque de Alba manifestó con sencillez y cercanía el afecto profundo por su padre, una persona buena, con muchas virtudes que siempre fue discreto y muy trabajador: “Mi padre tenía la mejor virtud, que es la bondad, y el mejor talento, que es la inteligencia”.

Carlos Fitz-James Stuart respondió a las preguntas del público haciendo ver que la nobleza consiste asumir con sencillez y responsabilidad el legado de una Casa, la de Alba, con un patrimonio cultural, artístico e histórico que su padre supo poner al alcance de la sociedad. El duque de Alba tuvo palabras de admiración por la inteligencia de su padre y lo definió como un excelente gestor que supo estar siempre un paso por detrás de su madre, heredera del título, con discreción y elegancia.